Duermo sin dormir en mí
y tan hondo sueño espero,
que sueño, aunque no quiero.
Necesitamos convertirnos en crisálidas todas las noches. Pero, a diferencia de ellas, abandonamos la bípeda verticalidad durante unas horas para transformarnos en seres horizontales. El sueño nos transporta: a veces, es un coche fórmula uno en un circuito de alta velocidad; otras, un tráiler de varias toneladas o una bicicleta de mountainbike que sube y baja por nuestro inconsciente.
Cuando llega el amanecer, somos mariposas que emprenden el vuelo. Dentro de esa cápsula nocturna hemos restablecido nuestras funciones físicas y psicológicas, garantizando un día más nuestra supervivencia.
Sin sueño no somos. Por eso, cuando duermo mal, se me caen los libros de Historia al suelo, los escarabajos me succionan las ideas y todas las habitaciones de la casa se convierten en espejos.
Así es. El sueño es fundamental. Durante meses, años, tuve dificultades para dormir. Apenas conseguía 3 o 4 horas de manera continuada. Los «fantasmas» me acompañaban día y noche. Ahora, desde el verano, he vuelto a descansar. El párkinson y la medicación han tenido mucho que ver en ello. Además siento que tengo un mayor control.
¡Cosas que pasan!.
Un abrazo
Y ¿qué me dices del «sueño eterno»? de ése que dicen se encuentra en «el más allá del más acá» en la «horizontalidad infinita» de esos, apatentemente rectos, labios que se besan en lontananza… ¿No es un sueño que el Cielo y la Tierra se estén besando?…
¿No será un sueño éste de creernos ya nacidos, cuando aún estamos en una situación embarazosa, gestándonos en el interior de la placenta de nuestra «Pacha Mama»?