Es fácil creer, así porque sí, por pura inercia desde la infancia, que es cuando en muchas personas empiezan a sembrarse las creencias religiosas. Pero es difícil creer, porque, si como seres racionales y con espíritu crítico rastreamos en el origen de la creencia, nos daremos cuenta sin dificultad de que ésta surgió para responder a dos impulsos muy arraigados: la necesidad de explicar lo aparentemente inexplicable y el instinto de conservación de la especie, a lo que cabría añadir el deseo de retribución post mortem ante la injusticia social. Esto ya se encuentra perfilado en la civilización mesopotámica, cuyo pensamiento religioso fue el primero en confiarse a la escritura.
Más tarde, como una canica que se arroja desde la cima de una ladera nevada, fue incrementándose el tamaño de esa bola descendente, y la primitiva creencia se abarrotó de palabras, dogmas, pecados, castigos, prescripciones y esperanzas, sustentado todo ello en la fe y en unos textos que escribieron hombres, pero que, para conferirles autoridad y carácter sobrenatural, se los puso bajo el dictado de un dios.
Así, el mundo entero se llenó de mesías. Unos tuvieron mucho éxito; otros, se fueron sin pena ni gloria. Y hubo cientos.
Estupendo resumen..!!
Arrojados a la vida y sacando partido a esa existencia, huyendo del odio que mueve el mundo. Buen resumen. Amigo.
Yo tampoco tengo fe. Pero querido amigo, como tú insinúas, creo que hay que diferenciar la fe de la «credulidad.»
Esta segunda encuadraría a la mayoría de los creyentes.
No obstante, también tener «credulidad » sin reflexión racional sobre ciertas verdades «seudocientificas» (o científicas que escapen a nuestro nivel de conocimientos) puede ser algo parecido a un acto de fe.
¡ Filtremos todos los paradigmas !
Esto de tener o no tener fe, no considero que esté en este sentido adecuadamente planteado desde la perspectiva del «tener», como quien se planteara: «yo tengo o no tengo dinero» ya que, hablando con propiedad, la fe a la que aquí se alude ni se tiene ni se deja de tener… si nos referimos a las propiedades del hierro (Fe) en nuestra sangre, sí que podemos hablar de tenerlas o no tenerlas, como también podemos hablar acerca de tener la fe concedida por el notario en relación a la posesión de un título de propiedad, así como en el ámbito del derecho también podemos hablar con propiedad de «tener buena fe»; aquí la «buena fe» se refiere al “estado mental” de la persona que ejercita un derecho o cumple un deber: creer que se está actuando de manera adecuada. Sin embargo, desde una perspectiva metafísica y/o religiosa la introducción del verbo tener, a mi me parece inadecuada. Yo estoy más, en consonancia con planteamientos del estilo argumental propio del clásico Epicuro, por ejemplo, cuando a este respecto se hace la siguiente reflexión: «Siendo Dios omnipotente y bueno, o bien quiere evitar el mal y no puede, o puede y no quiere, o ni puede ni quiere, o puede y quiere. Si quiere y no puede, entonces no es omnipotente, lo cual no es propio de Dios. Si puede y no quiere, entonces no es bueno, lo cual no es propio de Dios. Si ni puede ni quiere, entonces no es ni omnipotente ni bueno, por lo que no es Dios. Y si quiere y puede, que es lo propio de Dios, ¿de donde proviene, entonces, el mal?» o cuando afirma: “No es impío el que rechaza a los dioses de la mayoría, sino el que atribuye a los dioses las opiniones de la mayoría”… Aquí se está planteando la cuestión desde la perspectiva del «ser o no ser» no desde el «tener o no tener».
Gracias por esta reflexión a propósito de la mía. El caso es que, tras la aniquilación del dios, merced al pensamiento de Epicuro que tú aportas, la fe religiosa parece todavía más endeble y gratuita. Tan endeble que solo la tiene aquel que sitúa por encima de la razón sus sentimientos y deseos. Un análisis crítico sobre el origen de las religiones pone a las claras sobre el tapete que éstas responden tan solo a argumentos humanos. Todo el edificio se derrumba acudiendo a los principios y formación de todas las creencias religiosas. Así que, querido amigo, no «tengo fe», porque, antes de la «bola», fue la «canica».