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NOVELA HISTÓRICA DE ROMANOS EN LOS ÚLTIMOS AÑOS
Sabino Fernández
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Quien hoy en día se acerque a los estantes de las librerías o contacte vía internáutica con alguna librería digital habrá visto la clara evolución de la novela histórica en general y, en particular, de la novela sobre la Roma antigua. La “novela de romanos” tradicional llevaba mucho de los oropeles imperiales, las luchas de gladiadores y se centraba en la capital del imperio: la propia Roma. Salían esporádicamente los perdedores o enemigos de los romanos como parte coyuntural del relato. Otras, del estilo Yo, Claudio de Robert Graves, preferían centrarse en las intrigas palaciegas o, como Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, lo hacían poniendo más énfasis en los aspectos íntimos y en la cultura romano-griega que el Imperio fomentó.
Sin embargo, en los últimos años, prolifera cada vez más la novela bélica sobre los romanos, en la que los enemigos de Roma toman en muchas ocasiones las riendas o el protagonismo del relato. En una sociedad que, teóricamente, es menos agresiva cada vez, el nivel de descripción de batallas con realismo es mucho mayor. Con cierta imposición por las potencias editoriales anglosajonas, las novelas ambientadas en la Britania romana son mayoría, cuando paradójicamente no fue un territorio que estuviera durante más tiempo en manos romanas. La evidente influencia de todo lo anglosajón, incluida la literatura, en nuestro modo de vida y cultura actual ha conseguido que esto sea un hecho. Personajes como Boudica o Caractato o emperadores cuasi desconocidos que reinaron efímeros años en Britania, casi siempre como usurpadores, saltan a primera línea de la novela histórica por mor de los gustos británicos.
Otro aspecto, ya señalado, es el de utilizar como hilos conductores de las novelas de romanos a los enemigos de Roma. Personajes que pasaban de puntillas por las antiguas novelas históricas, como Vercingétorix, Anibal, Atila o Decébalo, caudillos de pueblos que alguna vez se enfrentaron al imperio romano, han tomado su protagonismo para ser ellos el hilo conductor de la novela y dejar como secundarios a los generales o emperadores romanos de muchas de sus batallas. La descripción de la vida legionaria, de los “parias” de frontera, de los puestos fronterizos remotos y la continua emboscada han hecho perder protagonismo a las intrigas palaciegas de las guardias imperiales. La cruda realidad de la formación de los ejércitos, sus penalidades, sus fríos, sus malas comidas, su miseria, y el horror del combate en toda su crudeza, son la nueva moda en cuanto a la novela histórica romana. El éxito de algunos de estos autores que han “aventurizado” la novela histórica de romanos es bien conocido, y escritores como Santiago Posteguillo y Artur Balder en España o Rosemary Sutcliff en el extranjero nos describen batallas tan vívidas, cual si una cámara de superocho se hubiera colado en medio de la disputa descrita.
El buen autor de novela histórica debe guiarse por sus propios instintos, claro está, pero no debe olvidarse de modas o tendencias, so pena de no sobrevivir a un mundo azotado por la crisis económica y que ve limitadas cada vez más la publicación de novelas en papel. Por ello, sin renunciar a su estilo personal, debe dar un poco “lo que el público pide” y, en este momento, la tendencia clara de la novela histórica sobre la Roma antigua es a la descripción detallada de estrategias en batallas y secuencias cercanas a la cinematografía en el detalle de las luchas.
A un servidor, que es un amante del ambiente pacífico en la novela, que gusta más del veneno intrigante que de la brutal espada, de la caracterización psicológica de los personajes que de sus heridas en batalla, no le queda más remedio que resignarse a esperar tiempos distintos, ni mejores ni peores, en los que la novela de romanos recobre la introspección y la conjura palaciega. A quienes les guste esta novela con más elementos militares y bélicos, pues que disfruten del momento, porque, como todas las modas, será pasajero y tiempos vendrán en que la novela histórica de temática romana tome otro rumbo, quien sabe cuál.
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