El alquimista del tiempo es el título de una de mis novelas, pero también la denominación el alquimista del tiempo es mi seña de identidad, porque el Tiempo (lo escribo ahora con mayúsculas) es tal vez la razón fundamental de nuestras vidas. Lo vemos transcurrir. Lo vemos navegar. Lo vemos caminar. Lo vemos volar. Mantenemos un vivo diálogo con él sin darnos cuenta, pero, si abrimos el álbum, se nos presenta parlante en las fotografías, en las nostalgias silenciosas, en los nietos que crecen, en los desaparecidos. Por eso, mi lema «Siento más el pulso de la Historia sobre la vida que el de la vida sobre la Historia» me evoca siempre esa sensación que experimento cuando toco el pasado con las manos, con los ojos y con la escritura. Pero también, aunque no lo creamos, el pasado es el futuro que hay que vivir con ilusión plena, proyectos y fantasía.