
Los concursos los ganan los jurados, no los concursantes. Esto, que pudiera parecer una paradoja ridícula, tiene su punto de verdad. Todo se fundamenta en el «criterio».
Centrándome en la literatura, me he encontrado con vergonzosos ganadores de concursos, elegidos por un jurado carente de una mínima formación literaria. Textos mediocres, faltos de ingenio, cargados de tópicos, puntos de vista comunes, nula estética y ausencia de originalidad se convierten en finalistas o primeros premios con cierta frecuencia.
Otras veces, descubrimos verdaderas maravillas literarias elegidas por jurados competentes.
En ambos casos, el jurado que emite el fallo es el primer ganador del concurso porque considera que su elección es la más acertada. El concursante solo es un espejo de su buen o mal «criterio».