LIBERTAD

Lo dijo quien padeció cinco años de cautiverio en Argel: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre».

Muchos la perdieron injustamente. Me fijo ahora en uno de esos casos. Pero son millones los seres anónimos que murieron por ella.

Estoy en el refectorio del monasterio de San Andrés, en Málaga, en el mismo lugar donde el general Torrijos y sus seguidores pasaron su última noche antes de ser fusilados. Justo en el rincón donde me encuentro, el general se confesó. Murió por defender la libertad en una España sin ella, en la que el rey felón Fernando VII se jactaba ante sus adversarios.

Hoy el mundo también tiembla ante la pérdida de libertades. Los mafiosos del poder sonríen y aplastan. Cervantes y Torrijos se convierten en don Quijotes.

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