EL DILUVIO UNIVERSAL
Julián Moral
En algunos poemas y leyendas de carácter cosmogónico nos encontramos con relatos de un diluvio que, por su amplitud geográfica, consecuencias desastrosas y connotaciones mítico-religiosas, se ha venido en llamar Diluvio Universal.
Tendremos que situarnos dentro del esquema mental de los humanos de tiempos anteriores a los primeros relatos escritos de las culturas antiguas para poder atisbar sus construcciones mentales ante el hecho de un gran cataclismo que, si pudo ser planetario, parece más lógico referirlo a catástrofes localizadas, aunque extensas.
No se puede negar que existen referencias a un diluvio devastador en diferentes culturas arcaicas. El diluvio, desde una perspectiva mítica del fenómeno, se proyectó como tal en diferentes tiempos y geografías. Como señala Werner Keller: “Mucho antes de Colón existió entre los aborígenes del continente americano el recuerdo de una gran inundación; también en Australia, en la India, en Polinesia, en el Tíbet, en Cachemira, así como entre los lituanos, el relato de un diluvio ha pasado de generación en generación hasta nuestros días”. Para algunos estas leyendas tan alejadas geográficamente obligan a preguntarse si podría tratarse de un recuerdo mental, instalado y reafirmado por transmisión oral, de una misma catástrofe universal.
Existen diversos estudios sobre la posibilidad de un diluvio que se apoyan en teorías y análisis geológicos que combinan variables de cambios climáticos de periodos cortos: terremotos, maremotos, lluvias torrenciales, cambios geológico-topográficos bruscos asociados a alteraciones glaciares, nuevas conformaciones marinas (Mar Negro, Mar Muerto…), inundaciones provocadas por actividades volcánicas puntuales y extremas, impactos de grandes meteoritos…
Según algunas teorías relevantes, hacia el final de la última glaciación (12000-14000 años) se suponen grandes alteraciones en los niveles de las aguas y, en consecuencia, modificaciones topográficas continentales que impactarían en el inconsciente individual y colectivo de la todavía escasa y precaria humanidad y cuyos efectos catastróficos sin duda se transmitirían en relatos y mitos orales, modificados, alterados y enriquecidos con el paso del tiempo.
En algunos, por no decir en todos estos relatos del diluvio, se dan unas variables comunes cuya lógica es previsible: lugares altos para protegerse, construcción de elementos más o menos sofisticados para flotar sobre las aguas, acopio de semillas y animales, retirada progresiva de las aguas…, y uno o unos personajes míticos que se salvan y propician la transmisión del relato. Hay otras variables cuya lógica es más circunstancial o consustancial a la cercanía geográfica e interrelación cultural de los diferentes pueblos y sus visiones del Universo.
Nos centraremos ahora en la catástrofe diluvial de esa parte de la tierra para la que la documentación escrita es más abundante y contrastada y permite combinar el análisis con documentos históricos y arqueológicos y, a su vez, comparar las conexiones geográfico-comerciales-culturales que las muy aproximadas versiones sobre el diluvio se ponen de relieve entre los pueblos del llamado “Creciente Fértil” y sus áreas de influencia, sobre todo mediterránea. Esto nos permitirá también enmarcar los relatos en el tiempo histórico y en su significado mitológico-religioso profundo.
El relato más conocido no cabe duda que es el texto del Génesis. El diluvio hebreo (7.11-12) comienza así: “En el año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo a los diecisiete días del mes, ese día se rompieron todas las fuentes del gran abismo y se abrieron las aberturas de los cielos. Y hubo lluvia sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches”). Como vemos, el relato nos aporta un dato relevante para comprender mejor la catástrofe: la posibilidad de un terremoto-tsunami (“se rompieron todas las fuentes del abismo”) combinado con lluvias torrenciales (“se abrieron las aberturas de los cielos”).
Pero la antigüedad de las tablillas de arcilla de escritura cuneiforme (más de dos mil), halladas en las excavaciones en la biblioteca de Nínive del rey asirio Asurbanipal (668-631), así como en otros diferentes puntos de Mesopotamia (por ejemplo, en el templo de Enlil en Nipur donde se encontraron miles de tablillas, algunas de ellas datadas en el tercer milenio a. de C.), demuestra, según los más reputados asiriólogos, que los relatos mesopotámicos del diluvio (sumerio, acadio y babilónico) contenidos en algunas de esas tablillas eran más antiguos que el relato bíblico y que en algunos pasajes de éste se observaba un paralelismo incluso textual.
La versión sumeria (muy fragmentaria, de una tablilla de la que sólo se recuperó la tercera parte) con Ziusudra, rey sumerio, como protagonista, pudo ser redactada en el tercer milenio a.C. El diluvio acadio nos llega a través del relato del Poema de la creación del hombre y de la tablilla undécima del Poema de Gilgamesh. El autor o recopilador de este segundo poema, según los asiriólogos, siguió otro antiguo poema del primer imperio babilónico (s. XVIII a. de C. aprox.) titulado Atrahasis: “el Supersabio”. El protagonista del diluvio de la mentada undécima tablilla es Utnapishtim, que disfruta, tras salvarse del diluvio, de la vida eterna y relata por su boca a Gilgamesh –que le interroga sobre el secreto de la inmortalidad- como Ea, el dios amigo de los humanos, lo alertó para construir una barca y en ella poder salvarse de la catástrofe acordada por los dioses azuzados por Enlil, dios de los vientos y de las aguas, molesto por el ruido de los humanos.
El diluvio de esta undécima tablilla comienza así: “Al despuntar el primer resquicio de la luz de la mañana, /se elevó desde el horizonte una gran nube/ el dios Adad en el interior de ella retumbaba sin cesar”. Como vemos, es el comienzo de la descripción de una gran tormenta, pero también la furia de las aguas marinas tomó parte en la catástrofe: “Se calmó el mar, que había manoteado como una parturienta”.
La biblioteca de Asurbanipal, en las ruinas de Nínive, consistía en su mayor parte en copias de antiguas obras paleo babilónicas y babilónicas del primer imperio; obras que dan fe de los variados contactos y estrecha relación entre los relatos babilónicos y hebreo sobre la Creación y el Diluvio. También se encuentra un relato paralelo sobre el diluvio en escritos del imperio hitita, así como en el mito griego de Deucalión y Pirra: mito éste recogido o atestiguado por Píndaro (s. V a. C.), aunque de difusión mucho anterior. También en el Poema de Gilgamesh se inspira el sacerdote babilónico Beroso (s. IV-III a. C.) para su descripción del diluvio en su obra Babyloniaka. Por su parte, Ovidio en las Metamorfosis lo versifica (vv. 253-321), apoyándose en relatos similares a los utilizados por Beroso. También Ovidio hace participar al dios del mar, Neptuno, que produce un temblor en la tierra abriendo paso a las aguas del mar (de nuevo maremoto-tsunami), en un pandemonium de destrucción que tiene ya más de artilugio literario que de relato mítico, con los mismos protagonistas del mito griego: Deucalión y Pirra.
George Smith fue el primero en descifrar en el año 1872 una tablilla que contenía el relato de una gran inundación que tenía muchas de las incidencias del relato bíblico. Posteriormente, se descifraron nuevas tablillas sobre el tema del diluvio con varias versiones que podían datarse en el año 2000 a. de C. Arqueólogos e historiadores ya tenían claro que los habitantes de asentamientos y ciudades-estado de Mesopotamia estaban habituados a las crecidas del Tigris-Eufrates y, de hecho, las controlaban a través de un complejo sistema de canales desde 5000 años antes de Cristo. Pero sobre el año 3500-3000, según los estudios histórico-arqueológicos, se produjo una inundación de características incontrolables. El escenario físico de esa gran inundación tendría su epicentro en la ciudad de Suripak en el Eufrates, cerca del lugar donde el río desemboca en el Golfo Pérsico. Pues bien, en una zona relativamente llana como ésta, una inundación catastrófica de mayor envergadura que otras anteriores, y posiblemente acompañada de otros fenómenos, perduraría en el inconsciente colectivo de generaciones posteriores. Los pueblos sumerio-acadio –primero de forma oral y, posteriormente, escrito en las tablillas- transmitieron sus recuerdos de la gran inundación con sus múltiples variantes y complejas ramificaciones.
Pero si fue una gran sorpresa el descubrimiento de las tablillas de los relatos de la Creación y del Diluvio, mayor sorpresa transmitieron a la comunidad científica los descubrimientos en 1929 del arqueólogo inglés sir Charles Leonard Wolley en el curso de las excavaciones de Ur (posible patria de Abraham) en la exploración de las tumbas de Tell-al Muqayyar, que daban carta de autenticidad al relato del diluvio. En estas excavaciones se hallaron cuatro estratos diferenciados: el primer estrato de las tumbas con sus utensilios; un segundo estrato con restos de cerámica fabricada a torno y utensilios de época; un tercer estrato de lodo sedimentado con restos marinos de tres metros de espesor y un cuarto estrato con utensilios de época y cerámica fabricada a mano. Se comprueba, además, que el pozo excavado se encuentra a bastantes metros por encima del nivel del río. Se realizan varias catas o sondeos en lugares alejados unos de otros siguiendo el curso del río, que dan similares resultados en cuanto a la localización de la capa de sedimento de lodo. Wolley y sus colaboradores llegan a la conclusión de que una gran extensión de agua inundó y cubrió durante un tiempo un territorio de unos 630 kilómetros de longitud por 160 kilómetros de anchura, en una fecha aproximada de 3500-3000 años antes de Cristo. Unas dimensiones y un tiempo que para los habitantes de cualquier territorio de entonces significaría el mundo entero.
La historia bíblica del diluvio se basa, muy probablemente, en estos relatos sumerio-acadio-babilónicos anteriores. Los relatos, leyendas y tradiciones del Bereshit o Génesis que incluyen el diluvio, terminan, en opinión de eruditos e historiadores, hacia el 1600 a. de C., aunque se dieron de forma escrita mucho después (s. VIII a. de C.) y su conjunto se recogió, ordenó, unificó y corrigió en la forma actual por los escribas judíos entre el 597-538 a. de C., y siguientes. Un proceso de sincretismo que dio forma a los libros de la Torá o Antiguo Testamento, muy influido por matices de la mitología y deidades mesopotámicas.
Esta correspondencia de los pueblos mesopotámicos entre sí y sobre los hebreos se refleja en los relatos bíblicos de los patriarcas y en las relaciones político-comerciales de Babilonia, Asiria, Israel y Judá. Es bastante probable que los hebreos tuvieran noticias de relatos del diluvio anteriores a su cautiverio.
Pero las evidencias histórico-arqueológicas documentadas permiten afirmar que el relato del diluvio bíblico (de gran belleza literaria) es posterior y mantiene un gran paralelismo descriptivo y detallista con los relatos mesopotámicos, aunque con un objetivo moral y religioso diferente. Por ello conviene reseñar brevemente, los aspectos de contenido mitológico, histórico y ético que se vislumbran en los muy paralelos relatos del “Creciente Fértil” y el área mediterránea antigua.
Para los sumerios, acadios y caldeos (con reminiscencias de las más puras y arcaicas concepciones animistas) los dioses representaban o controlaban (en realidad eran) fenómenos naturales autónomos, que se manifestaban en función de estados de ánimo (Enlil propicia el diluvio porque el ruido de los humanos no le permite conciliar el sueño) que guardaban relación con la mayor o menor fidelidad de los humanos hacia ellos, los dioses. Para estos pueblos, pues, el diluvio estaría muy relacionado con un proceso de dependencia dialéctica entre el dios-naturaleza-fenómeno y el ser humano. Relación que se pone de manifiesto en el relato catastrófico naturalista, adornado con la voz y presencia de personajes míticos.
Para los hebreos, en cambio (en una clara concepción monoteísta y extrayendo enseñanzas éticas, espirituales y teológicas), el diluvio es un castigo que sobreviene, no en función de fuerzas naturales autónomas, sino en función de la voluntad de un ser superior omnipotente que desata el fenómeno natural para castigar los pecados humanos. La racionalidad-irracionalidad del Universo está determinada por la voluntad de Yahvé. Una versión de la Creación y del Diluvio expurgada de politeísmo y materialismo-naturalismo y ajustada a principios espirituales abstractos.
El diluvio griego (posiblemente transmitido a Grecia a través de las migraciones y contactos comerciales entre el “Creciente Fértil” y el área mediterránea) tiene mucho de mito con un sesgo admonitorio (castigo-tabú por prácticas antropofaguitas) además de guía de comportamientos socio-religiosos para tribus autóctonas arcaicas, impuestos por pueblos invasores más civilizados o en otro estadio de civilización y con un Panteón de nuevos dioses, llegados en las oleadas migratorias a las que la Hélade se vio sometida.
Pero siempre nos quedará la duda de si los seres humanos, a la hora de comenzar a explicarse a sí mismos y al mundo, son capaces de imaginar y llegar a las mismas o parecidas construcciones mentales con independencia de la distancia y el tiempo que les pueda separar.